A menudo, se piensa que el estrés es un problema exclusivo de los adultos. Sin embargo, los niños y jóvenes también están expuestos a esta realidad, con consecuencias potencialmente devastadoras para su salud.
Mumon Roshi, misionero internacional para Latinoamérica, destacó que el estrés en edades tempranas puede llevar a un incremento en la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la fuerza de las contracciones del corazón. Estos efectos fisiológicos pueden tener repercusiones a largo plazo en el sistema cardiovascular, aumentando el riesgo de hipertensión, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
Las experiencias adversas durante la infancia no solo afectan el bienestar emocional, sino que también tienen un impacto significativo en la salud cardiometabólica a lo largo de la vida. Según expertos, es crucial intervenir de manera temprana para mitigar estos riesgos y evitar que los factores de riesgo cardiovascular se acumulen con el tiempo.
«En la actualidad, incluso los niños y hasta nuestras mascotas experimentan altos niveles de estrés. Vivimos en una sociedad que, lejos de fomentar la tranquilidad y la paz mental, parece alimentar constantemente las fuentes del sufrimiento», expresó Mumon Roshi.
El misionero resaltó que uno de los principales factores que desencadenan el estrés es el miedo. Este puede manifestarse de múltiples maneras, como el temor al fracaso, la preocupación por el trabajo, la inestabilidad política o las decisiones de los líderes. Estos miedos no solo afectan a los adultos, sino que también influyen en los más jóvenes, generando una variedad de problemas de salud que amenazan nuestro instinto de supervivencia.
La creciente preocupación por el estrés en niños y jóvenes subraya la necesidad de abordar este problema de manera integral, fomentando un entorno más saludable y estable para las generaciones futuras.