En el pueblo de Tres Zapotes vivían un señor y su hijo Juan, quien era un muchacho como cualquiera, bueno, eso se creía, porque el chamaco era un poco raro. Mientras los demás niños se bañaban juntos en el río, Juan prefería hacerlo a solas. Un día los chamacos se pusieron a espiarlo y descubrieron que Juan tenía el cuerpo lleno de pelos y que detrás le colgaba una cola.