- Veracruz: no hay dinero
Filiberto Vargas Rodríguez
Prefacio.
¿Se imagina usted, estimado lector, cuál habría sido la reacción de Miguel Ángel Yunes Linares -durante su etapa como mini-gobernador- si un presidente municipal lo hubiera tratado de “estúpido”, no una, sino en reiteradas ocasiones?
*** Fui y sigo siendo uno severo crítico del desempeño de Miguel Ángel Yunes Linares como servidor público, pero nunca aprobaría que alguien le faltara a la investidura con calificativos soeces.
*** Tampoco estuve de acuerdo cuando quien hoy es Presidente, se refirió en términos tan agresivos contra Vicente Fox (“¡cállate chachalaca!”).
*** Estoy convencido de que hay límites en la contienda política que no deben ser rebasados. Fernando Yunes Márquez, alcalde del puerto de Veracruz –e hijo de Miguel Ángel Yunes Linares- pudiera tener razón, o no, respecto a lo comentado por Cuitláhuac García (que la suegra del alcalde porteño hizo trampa para conseguir que la vacunaran antes de que le correspondiera su turno) pero eso no justifica que se comporte, a su vez, como un patán, que no termine de asimilar que ese al que llamó “estúpido” derrotó de forma contundente a su hermano en la contienda por la gubernatura.
*** Hay demasiado encono y muy poca civilidad.
El gobernador Cuitláhuac García terminó por admitirlo: no tiene dinero. No tiene, ni tendrá. Por eso se cancelaron los proyectos más ambiciosos de su administración: la creación de la Secretaría del Mar, la Secretaría de Cultura y el Tren Ligero de Xalapa.
El pretexto, por supuesto, es la pandemia de Covid-19.
Mientras el secretario de Finanzas, José Luis Lima presume de que “por primera vez el Gobierno de Veracruz trabaja con orden y disciplina financiera”, se les esconde a los proveedores y contratistas del gobierno estatal que, en calidad de limosneros, tocan puertas para cobrar sus devaluadas facturas, esas que ni Javier Duarte, ni Miguel Ángel Yunes quisieron cubrir, y que Cuitláhuac García prometió –en campaña, claro- atender de manera prioritaria.
El gobierno de Cuitláhuac García no tiene dinero, y a pesar de ello en sus dos primeros años de gestión devolvió dinero a la Federación, producto de subejercicios (presupuesto que le fue asignado al estado y que no fue aplicado), porque la consigna al inicio de la Cuarta Transformación fue que los estados gobernados por Morena devolvieran buena parte de su presupuesto, toda vez que al retornar a la Secretaría de Hacienda se convierten en fondos de “libre disposición”, esto es, que el Presidente puede aplicarlos en lo que a él más le convenga. Es una vía para crearse una “partida secreta” como las que tuvieron los gonbiernos priistas y panistas y que tanto critica, hasta la fecha, Andrés Manuel López Obrador.
Llama la atención que mientras José Luis Lima presume que “por primera vez Veracruz tiene sus calificadores financieros en semáforo verde, debido al buen manejo de la deuda, el cumplimiento cabal de las obligaciones, la transparencia y los esfuerzos recaudatorios”, cuando menciona como un importante logro de su gestión que “hoy se cuenta con el aval de las calificadoras” que en sus reportes “ha dejado muy claro que vamos por el camino correcto”, el Presidente de México, desacredite a esas mismas empresas.
Cuestionado sobre las opiniones críticas de esas empresas sobre el desempeño del gobierno federal y de Pemex, López Obrador respondió:
“Sentimos que está bien la economía, no estamos de acuerdo con los dictámenes de las calificadoras. Vuelvo a reiterar que están utilizando una metodología caduca, que es la metodología del período neoliberal que no incluye la variable corrupción, entre otras cosas”.
¿Es válido, entonces, asumir como “un logro” de la actual administración estatal, que esas empresas, a las que el Presidente ha acusado de ser “cómplices” del saqueo que ha sufrido el país, elogien la “disciplina” y “el buen manejo” de las finanzas estatales?
Ya se mencionó en este mismo espacio en múltiples ocasiones: El gobierno de Cuitláhuac García está “pateando el bote” del déficit financiero, contrata créditos a corto plazo para cubrir su falta de liquidez, pero llegará un momento, cuando se acerque el final de su administración, que ya no podrá pedir más créditos y que ya no tendrá acceso a más “adelantos de participaciones”, y entonces buscará salidas poco convencionales para pagar salarios y pensiones, mientras que a sus proveedores les pedirá que “vuelvan otro día”, porque ya no habrá con qué pagarles.
Y decían que era fácil.