Manuel Valdovinos, mexicanos de nacimiento, fue liberado mediante una ley de amnistía tras 21 años en prisión por un asesinato que nunca ocurrió, puesto que la supuesta víctima fue encontrada viva y viviendo en Estados Unidos.
Valdovinos, quien logró salir de la cárcer hace tres día, criticó ante la prensa que las autoridades no le han «pedido perdón», denunciando además que ahora tiene «antecedentes penales» que le impiden aspirar a algunos trabajos.
«Esto no fue una reinserción, fue una burla», reprochó.
El pasado 27 de mayo, el diputado mexicano Pedro César Carrizales, conocido como El Mijis, y el activista Bryan LeBaron iniciaron una huelga de hambre frente el Palacio Nacional, residencia presidencial, para exigir la liberación de Valdovinos.
Tras analizar el caso, la Comisión Especial de Seguimiento a la Ley de Amnistía del Estado de México determinó la liberación inmediata de Valdovinos, quien fue recibido por sus familiares a las puertas del penal de Almoloya de Juárez.
«México es un país donde la justicia está al revés. Los que debemos tener justicia tenemos evasiones y arbitrariedades. Si ellos no ejercen presión con la huelga de hambre, yo no estoy aquí hoy», expresó.
El crimen que jamás pasó
A Manuel lo detuvieron la noche del 26 de mayo del 2000 en el poblado de Tepexpan, al oriente del Estado de México, cerca de la zona de las pirámides de Teotihuacán, la zona arqueológica más importante de México.
Tenía 22 años y había regresado de su trabajo como maestro de música en un colegio. Era jueves y había organizado con su entonces esposa Esther, una pequeña celebración por el primer mes de vida de su único hijo.
Cerca de las 20 horas el festejo fue interrumpido. Un comando de ocho policías judiciales irrumpió con violencia en su domicilio, encañonaron a los más de 20 asistentes, y tras golpearlo brutalmente y esposarlo, lo subieron a la parte trasera de un auto sin patentes y con los vidrios polarizados. Le taparon la cabeza con una capucha y lo siguieron golpeando mientras lo llevaron a una comisaría. Nunca exhibieron orden de detención.
Al llegar allí lo presentaron ante la agente Araceli Godínez Sánchez, quien le dijo que lo habían detenido «porque había cometido un homicidio».
Tras 24 horas de detención, en la que fue colgado con cadenas, y desnudo le dieron descargas eléctricas y le tiraron agua helada para borrar evidencias, le mostraron la orden de detención y le formalizaron la acusación del «homicidio» de Manuel Martínez Elizalde.
Manuel se mostró asombrado. Conocía a ese hombre, ya que él ayudaba económicamente a los Martínez Elizalde porque«no tenían ni para comer».
Manuel recuerda que al ingresar al centro de justicia vio al padre de la presunta víctima reclamarle a los agentes: «A este no, que es hijo de mi compadre y se me va a armar». El comandante le respondió: «Usted nos encargó a tres pendejos y aquí están. Ahora se sostiene porque ya todo está armado con el Ministerio Público».
Después escucharía que el hombre acordaba el pago de 150.000 dólares de seguro para los agentes.
Manuel fue sentenciado por el homicidio de un hombre que disfruta de plena salud y vive feliz en Estados Unidos, mientras que el padre del «asesinado» cobró su seguro de vida de un millón de dólares.
Ramírez Valdovinos fue ingresado en una cárcel del Estado de México, pasando de un juzgado a otro hasta que el titular del Juzgado Tercero de lo Penal, en Toluca, lo sentenció a 43 años de prisión por homicidio.
Toda la prueba que se presentó en su contra era una farsa. El cadáver que presentaron (supuestamente de Manuel Martínez Elizalde) no era el de la supuesta víctima. El tono de piel era diferente. El cadáver tenía 3 centímetros menos de estatura de la que tenía Martínez Elizalde. Y el cadáver no tenía cicatrices y Martínez Elizalde sí las tenía.
El muerto vivía tranquilamente en Estados Unidos
Ya preso y gracias a sus familiares, Manuel supo que el supuesto «muerto», Martínez Elizalde, llegaba siempre a Tepexpan para participar en las fiestas patronales, vivía unos días en la inmensa casa que su padre compró con su seguro de vida, y luego se iba de vuelta a Estados Unidos donde vive con otra identidad, y con algunos cambios físicos.
El personal de custodia del Centro de Prevención y Reinserción Social de Almoloya de Juárez, donde él está preso, provocó un aborto a su esposa tras someterla a una revisión «exhaustiva» cuando, embarazada, intentó visitarlo.
Itzel del Campo, esposa de Manuel, cuenta lo que vivió: «Además del tacto anal y vaginal, me pusieron de cuclillas más de media hora, hasta que a punto de parir me llevaron a un hospital donde aborté».
Además de la liberación de Manuel, tendrá que haber sanciones para los involucrados en un proceso penal plagado de irregularidades, para los autores de los actos de tortura a los que fue sometido desde su detención e ingreso a la penitenciaría para obligarlo a que se declarara culpable, lo cual nunca hizo.