Una derrota y tres mosqueteros
Fons, miembro emérito de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), había propuesto a la asamblea de esa comunidad de cineastas laureados la realización de este proyecto los primeros meses del año. La idea sufrió un descalabro mayúsculo. “Casi todos votaron en contra. Sólo siete estuvimos de acuerdo. Y tres seguimos con la talacha, convencidos de que el cine es una necesidad básica para todos y que hay que llevarlo hasta donde a nadie se le ha ocurrido llegar”, recuerda Dolores Heredia (dos Arieles como mejor actriz, ex presidenta de la Academia, intérprete de teatro y cine).
Fons no quiso darse por vencido. Jorge Sánchez Sosa, productor de una docena de las mejores películas mexicanas de las últimas décadas, creador de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y ex director del Instituto Mexicano de Cinematografía; Alberto Cortés, director de Ciudad de Ciegos y Corazón del Tiempo, etnólogo y cineasta, y Dolores Heredia tomaron la estafeta y lograron una audiencia con el presidente Andrés Manuel López Obrador en Palacio Nacional, en mayo, para llevarle una carta del viejo director, para entonces ya muy enfermo. (Fons, el autor del cine de la ruptura, Rojo Amanecer, Los Albañiles, El Callejón de los Milagros, moriría cuatro meses después).
En esa misiva, planteaba al presidente que, como consecuencia de la actual tendencia neoliberal en la industria cinematográfica, el consumo del séptimo arte es casi puro Hollywood en salas dentro de los malls, con la mercadotecnia como único criterio.
“El cine es cultura y nuestros compatriotas del cerro, de los poblados, de las rancherías, de los barrios, tienen el derecho a esa cultura”, le decía el cineasta al Presidente y metía un dedo en la llaga al señalar cómo esas enormes franjas de población pobre, pero sobre todo rural e indígena, nunca en sus vidas han visto cine. Y probablemente jamás lo verán.
Ahí empezó a concretarse el sueño de “cine para el pueblo”, que el sábado pasado, en Pochoco, en una pequeña escuela de Conafe con no más de 15 alumnos, empezó a tomar forma. “Creemos –decía Fons– que con estas salas populares podemos resolver este problema de dos caras: mexicanos que no ven cine y películas mexicanas que no son vistas”.
Como era previsible, en Palacio Nacional López Obrardor quedó encantado con la idea. Y como también se esperaba, respondió: “No hay dinero”. Pero tuvo otra idea. Pidió que lo comunicaran con el director de Conafe, su viejo amigo y paisano Gonzalo Cámara, artífice de la educación comunitaria. De aquel telefonazo surgió esta alianza.
Habrá, según el diseño hasta ahora, pilotos del proyecto en cinco estados (Puebla, Yucatán, Hidalgo, Colima, Sonora) con tres comunidades cada uno.
El presupuesto todavía está en veremos, en principio saldrá del Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, pero el andamiaje descansará principalmente en la contribución de las comunidades donde Conafe ha logrado durante décadas arraigar y generar una fuerte participación colectiva, en especial con las asociaciones de padres de familia.