El fenómeno de la turistificación ha transformado ciudades emblemáticas como Venecia, París, Madrid y Barcelona en epicentros de protestas y tensiones entre habitantes locales y turistas. En 2019, la Organización Mundial del Turismo registró una impresionante cifra de 1,500 millones de turistas a nivel global. Sin embargo, el 2020 vio una drástica caída a 400 millones debido a la pandemia. A medida que el mundo se recupera, el turismo de placer representa entre un 80 y 95% de los niveles pre-pandemia.
Gustavo López Pardo, experto en el tema, destaca la necesidad de abordar los desafíos que surgen de esta movilidad masiva. La turistificación implica una reconfiguración del territorio, donde bienes, recursos naturales y la propia fuerza laboral se subordinan a la industria del turismo. No obstante, este proceso no está exento de impactos medioambientales negativos.
Ante el repunte de visitantes, se han implementado regulaciones en destinos turísticos icónicos como la Acrópolis en Atenas o Machu Picchu en Perú, considerando la capacidad de carga de cada sitio para garantizar su conservación. López Pardo sugiere redistribuir la afluencia hacia zonas cercanas menos saturadas, lo que permitiría una distribución más equitativa de los beneficios del turismo.
En el contexto mexicano, donde destinos como Ciudad de México, Acapulco y Cancún atraen multitudes, se plantea la importancia de gestionar adecuadamente la afluencia de visitantes. La necesidad de encontrar un equilibrio entre los intereses de las comunidades locales y los turistas es fundamental. Se plantea la urgencia de replantear el modelo turístico, priorizando un enfoque más sostenible y equitativo que beneficie a todos los involucrados.