
En El Pacayal, Chiapas, una comunidad ubicada cerca de la frontera con Guatemala, la Semana Santa se vive con una riqueza ritual única, en la que las tradiciones religiosas se entrelazan con expresiones culturales mayas y fronterizas.
Los protagonistas son los “chismosos”, personajes cubiertos de listones, globos y máscaras coloridas, que recorren el pueblo golpeando machetes de madera contra el suelo. Su aparición marca el inicio de los preparativos del viacrucis. El Miércoles Santo, reparten dulces a niñas y niños, y junto con organizadores y músicos, cortan ramas de aguacate que se usarán para representar la muerte de Judas.
La escenificación incluye también a los “judíos”, vestidos con capas rojas y birretes de papel, el rostro cubierto de pintura negra. Con báculos y cruces, recorren las calles buscando a Jesús. La representación del juicio ocurre bajo la cancha comunal, y de ahí parte la procesión encabezada por Jesús y La Dolorosa, entre tambores y acordeón.
En patios y calles altas se realiza el “baile moro”, en el que danzantes con máscaras de toro y capas improvisadas evocan tradiciones guatemaltecas como el “baile del torito” de Jacaltenango. La fiesta se acompaña con platillos locales compartidos con Guatemala, como la conserva de frutas con suero de cal y las tradicionales palmeadas, además del jocón con carne de pollo y arroz.