El candidato demócrata Joe Biden, de 78 años, llegará en enero de 2021 a la Casa Blanca, acompañado de la californiana Kamala Harris, quien se convertirá en la primera mujer en ser vicepresidenta.
El impacto de su presidencia en el turismo tiene su amenaza hoy en su abierta cruzada contra el petróleo, lo que desafía a las aerolíneas y consecuentemente a todo el negocio turístico.
En el último debate contra Donald Trump, Joe Biden aseguró que volcaría sus energías en ir acabando con la industria del petróleo, el combustible insustituible actualmente para el negocio aéreo, encargado de canalizar los flujos de tráfico aéreo. El demócrata dijo que se planteaba que “en 2035 Estados Unidos fuera el primer país en emisión neta cero”.
Joe Biden será el más longevo en presidir Estados Unidos, por lo que las miradas están puestas en Kamala Harris como posible presidenta ante algún problema de salud del ganador electoral. “Su posición no es tan moderada como la de Biden”, señalan desde Nextep Finance, y unas políticas más radicales pueden golpear a una industria turística que necesita muchos años para que los aviones puedan volar sin gasolina.
La victoria de Biden insufla optimismo para el turismo cubano, ya que se ha comprometido a seguir con el aperturismo de Barack Obama, en contraste con el endurecimiento de las restricciones de Donald Trump sobre la isla y sobre los inversores en ella, especialmente hoteleros y navieras (Victoria de Trump beneficiaría a México y perjudicaría a Cuba).
Trump ha beneficiado a la industria turística mexicana, que ha llegado a sus mejores cifras bajo su presidencia. En un primer momento, también los negocios turísticos dominicanos se vieron favorecidos, hasta que en 2019 se desató una gran campaña mediática sobre el destino, poco después de que el entonces presidente dominicano Danilo Medina viajara a China.
Trump, hasta la llegada de la pandemia, había defendido como sus dos grandes logros el ‘boom’ económico y la ausencia de guerras, incluyendo el fin del terrorismo del Estado Islámico. Durante el mandato de Obama, con Biden como vicepresidente, el índice bursátil SP 500 se revalorizó un 66%, el Nasdaq un 100% y el Dow Jones un 48%, mientras durante el de Trump, lo hicieron en un 85%, un 192% y un 80%, respectivamente.
El recorte de impuestos a ricos y empresas de Trump, en principio claramente impopulares, se demostró como la receta para disparar la economía hasta su máximo histórico, gracias a que ello conlleva el mejor fomento de la inversión, y los sueldos nunca subieron tanto para todos.
Trump se vio perjudicado electoral y mediáticamente por su personalidad estridente y su retórica agudamente agresiva y soez. El magnate terminó las guerras en las zonas calientes del mundo, mientras fomentó acuerdos de paz en Oriente Medio y con la que era su mayor amenaza hace un trieno, Corea del Norte (Vaticinan un ‘boom’ turístico en Cuba si Biden gana las elecciones).
Por ello, hay líderes turísticos que vieron más allá del odio que despierta en la prensa el magnate, y le valoran por sus logros en mejorar la seguridad y el bienestar, y haber traído paz y prosperidad, más allá de las batallas virtuales en redes sociales y ficticias de las ruedas de prensa.
Joe Biden, lejos de la energía y carisma de Obama, afronta por tanto el obstáculo de un liderazgo menos arrollador que sus dos predecesores, que gracias a ello impusieron su visión de las relaciones internacionales, en el caso del presidente número 44 a favor de la cooperación y el multilateralismo, y en el del número 45 renunciando a su papel de gendarme del mundo y contraprogramando el avance tecnológico del continente asiático, principalmente de China.