La Secretaría de Salud sigue sin ubicar a la Ciudad de México en el color amarillo del semáforo COVID.
La propia jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum aseguró que “aún así” informa sobre la apertura de nuevas actividades. No me asombra ni tantito que la población de la Ciudad de México haya dejado atrás la pandemia, aunque ésta no los haya dejado a ellos. Fiestas, reuniones, aglomeraciones al por mayor. Si la jefa de Gobierno no respeta su propio semáforo, ¿qué podemos esperar de los simples mortales?
La pandemia tiene 7 meses y parece que no se va. Tanto nos han hablado de la nueva normalidad, al parecer tendremos que convivir con el virus para siempre. Sin embargo, la estrategia del gobierno, enfocada 100 por ciento a la ocupación (y liberación) de camas en los hospitales, ha sido, por decir lo menos, sobrevalorada.
Eso lo lograron muy bien, en los peores casos de ocupación no se rebasó el 70 por ciento de camas de hospital ocupadas a nivel nacional. Algo parecido sucedió en la Ciudad de México, sin embargo, una estrategia que se queda en eso y no en parar los contagios y por ende, prevenir muertes, es una estrategia que atenta contra los derechos humanos de las personas.
¿Cómo puede una jefa de Gobierno decir abiertamente en su cuenta de Twitter que aunque la autoridad sanitaria aún no los ubica en semáforo amarillo, anunciarán la reapertura de nuevas actividades? ¿No eso es un llamado encubierto a ignorar el dichoso semáforo que ellos mismos establecieron?
Basta con que usted, a 7 meses de la pandemia, se dé una vuelta por el centro histórico de la capital del país. Llegue temprano y verá cómo los puestos de comida ambulante, sin ninguna medida sanitaria, a veces si bien nos va, con un cubrebocas mal puesto, atienden las filas kilométricas de personas hambrientas que esperan su turno para subir al metro.
O en los paraderos del transporte público, donde las aglomeraciones son evidentes y los empujones también, con tal de ganarse un lugar. No se diga de los mercados que abren sin restricciones o con la única medida de seguridad sanitaria de poner un gel y un termómetro en una mesita mal parada a la entrada del lugar.
Todos perdemos si hay simulación. Todos perdemos cuando se va una vida o hay un contagio. Nuestros padres, abuelos, amigos, todos están en riesgo. Nuestras propias vidas.
Los niños y jóvenes estudiantes son los únicos que han llevado con dignidad esta pandemia. A pesar del desgaste de pasar horas sentados frente a las computadoras, son los únicos que han seguido al pie de la letra la prohibición de reunirse de forma presencial para tomar clases o hacer algún trabajo en equipo. Pero eso sí, afuera hay fiestas, reuniones, compromisos sin ninguna limitación.