
Chilpancingo.- Este domingo, después del mediodía, la mayoría de las urvan deltransporte público desaparecieron de las calles. La incertidumbre está de vuelta en Chilpancingo, la capital de Guerrero.
Los choferes decidieron suspender el servicio tras el ataque de una unidad en la colonia PRD, en la periferia de la ciudad. Eran las 11 de la mañana, una urvan de la ruta Amojileca-Chilpancingo fue detenida por un hombres, bajaron a los pasajeros, le echaron gasolina y le prendieron fuego. Más de la mitad de la unidad quedó quemada.
Una mujer y su nieta, de ocho años de edad, no alcanzaron a alejarse lo suficiente y las llamas las alcanzaron. La mujer quedó con quemaduras en la espalda.
A partir de ese momento, las unidades del transporte público comenzaron a desaparecer de las calles. Las horas pasaron hasta que quedaron muy pocas en las calles. Las paradas del centro y el mercado estaban abarrotadas de pasajeros esperando una unidad.
Camionetas de Bomberos, de Protección Civil, de la Policía Municipal, fueron habilitadas como unidades del transporte público: trasladaron a cientos de personas de un lado de la ciudad al otro.
Dos horas después, en la carretera federal Acapulco-México, a la altura de la comunidad de Zintlanapa, en el municipio de Mochitlán, vecino de Chilpancingo, quemaron otra camioneta del transporte público.
La ciudad amaneció tensa. A las 4 de la mañana, cerca de la terminal de autobuses, fue quemado un camión de la ruta Chilpancingo-Quechultenango, el municipio donde está el bastión de la organización criminal Los Ardillos.
Desde el primer minuto de este domingo, todos los sitios en Chilpancingo de las rutas que van hacia la comunidad de Petaquillas, El Ocotito, hacia los municipios de Quechultenango, Mochitlán, Juan R. Escudero estaban vacíos. Ninguna unidad llegó para ofrecer el servicio. Todas esas rutas van al territorio que, según las autoridades controlan Los Ardillos.
Muchos choferes, trasladaron su base a la carretera federal, a la altura del cuartel de la Guardia Nacional, también muy cerca del acceso a la comunidad de Petaquillas. No se quisieron arriesgar.
Fin de semana violento en la entidad
Estos ataques estuvieron precedidos a dos asesinatos. El viernes y sábado fueron asesinados dos hombres relacionados a la venta de pollo en el mercado Baltazar R. Leyva Mancilla.
El viernes asesinaron a tiros al dueño de una pollería justo cuando salía de su local. El sábado asesinaron a un chofer de una camioneta repartidora de pollos.
El jueves, pobladores de la comunidad de Alcaparrosa, en la sierra de Chilpancingo, denunciaron que integrantes de Los Ardillos y Los Tlacos se enfrentaron a balazos durante horas.
Todos estos hechos, recordaron la parálisis que vivió la ciudad hace dos años, cuando asesinaron a trabajadores de la venta y distribución del pollo, además de choferes del transporte público. En esa ocasión, se suspendió el transporte público, las clases y muchos comercios decidieron cerrar. Las calles por días se vieron desoladas.
Este domingo, el alcalde de Chilpancingo, el priista Gustavo Alarcon Herrera, pidió ayuda a la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo y al secretario de Seguridad Pública federal, Omar García Harfuch.
Hace un año, Chilpancingo vivió una de sus peores crisis de violencia. El 27 de septiembre fue asesinado Ulises Hernández Martínez, capitán del Ejército y exdirector de la Unidad de Fuerzas Especiales (UFE) de la Policía Estatal, quien de manera extraoficial sería nombrado como el secretario de Seguridad Pública de Chilpancingo. El 3 de octubre, en pleno centro, mataron a balazos al secretario del ayuntamiento de Chilpancingo, Francisco Gonzalo Tapia Gutiérrez. Y tres días después, fue hallado decapitado, el alcalde de Chilpancingo, el perredista Alejandro Arcos Catalán.