Es momento de apreciar lo que nos ha posicionado en el mundo como un referente en el turismo, opina Rodrigo Esponda.
Por mucho tiempo, el presente año será recordado como un punto de reinicio para el turismo en el mundo y en México. Las secuelas económicas, sociales y culturales que esta crisis está causando, transformarán la manera de viajar. Sin embargo, si como industria trabajamos de manera colectiva en una visión común, podrá tener, incluso, un impacto positivo para todos en el mediano y largo plazo con mejores estándares en los servicios.
Estamos ante un momento en donde es clave la innovación de producto, la reingeniería en los procesos y el mejoramiento de estándares turísticos; los apoyos gubernamentales harán una diferencia para las empresas y destinos que será, literalmente, un vivir o morir.
En el país, la abrupta disminución en el flujo de visitantes a todos los destinos está teniendo efectos que, en una primera etapa, se reflejan en la pérdida de empleos. Como se hizo público, de acuerdo con la Secretaria de Trabajo de México, en la segunda quincena de marzo desaparecieron 346,000 fuentes de trabajo formales, muchos de ellos en estados y regiones con un alto nivel de actividad turística. Se vuelve imperativo aplicar las medidas necesarias para lograr que la mayoría de las personas mantengan su modo de vida.
En nuestro mercado primario de turismo internacional, Estados Unidos, el “Departamento de Trabajo” recibió 6.6 millones de solicitudes de desempleo en la semana del 4 de abril, incluso con las medidas que se están accionando para mitigar la crisis; al igual que en México, la industria de la hospitalidad fue una de las más afectada.
Conforme pasen las semanas y la actividad turística no se reactive en nuestro país, a las empresas del ramo les será cada vez más difícil reiniciar operaciones por la falta de flujo de capital, de clientes y por los inexistentes incentivos fiscales y facilidades para cubrir compromisos en pagos contraídos.
Como referencia, el Congreso en los Estados Unidos aprobó el pasado 27 de marzo el “Coronavirus Aid, Relief, and Economic Security Act” (the CARES Act), que incluye 2 trillones de dólares en apoyos financieros a ciudadanos, negocios y pequeños empresarios que han sido impactados por COVID-19.
Entre ellos, apoyos a empresas turísticas tales como: créditos en impuestos sobre la nómina, acceso a líneas de fondeo para cubrir los salarios de los empleados, préstamos de capital para continuar operaciones, asistencia directa a personas que pierdan sus empleos, descuentos en el pago de impuestos sobre los ingresos (ISR) tanto a personas físicas como morales, diferir obligaciones fiscales, entre muchas otras acciones de alivio para trabajadores, familias y empresas estadounidenses.
La razón principal de estos apoyos es que tanto la sociedad como el gobierno reconocen que el turismo en los Estados Unidos aporta 15.8 millones de empleos de manera directa (US Travel Association), en donde 83% de las empresas están clasificadas como pequeñas, además de que se ubica en 49 de los 50 estados como uno de los principales sectores generadores de crecimiento y que incentivan el consumo local.
No hay otra opción para la principal economía del mundo que salvaguardar a la industria turística, incluida la aviación a donde se están dirigiendo 25,000 millones de dólares en incentivos. Esto mismo ha sido replicado en la mayoría de los países del mundo que aprecian al turismo como motor económico, con sus debidas diferencias.
Necesitamos encontrar un consenso en México que permita, como sociedad, mantener a flote un sector que, además de los réditos económicos, socioculturalmente produce beneficios como la reducción de la pobreza extrema, la incorporación de jóvenes y mujeres a la planta productiva, la revalorización de tradiciones, el desarrollo del consumo local, la integración y cohesión de comunidades, por mencionar algunos beneficios de gran valor, que, a la postre, se traducen en el mejoramiento de la calidad de vida de miles de familias mexicanas.
Si no encontramos este consenso, cometeríamos un error que, dadas las circunstancias económicas actuales, nos costará muchos años resarcir y que lamentaremos profundamente, no sólo por su contribución, sino por ser una industria en donde naturalmente los mexicanos, por muchos años, hemos identificado nuestra idiosincrasia como en ninguna otra.
Es momento de apreciar lo que nos ha posicionado en el mundo como un referente en el turismo. Parafraseando a Octavio Paz “el mexicano no es una esencia, sino una historia” que disfrutamos contar.
Nota del editor: Rodrigo Esponda Cascajares es Director General del Fideicomiso de Turismo de Los Cabos. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.