El Festival de Málaga reanudará la temporada el próximo 21 de agosto con estrenos pero sin eventos sociales. Después del éxito del D’A en Filmin, los certámenes atisban un futuro híbrido en el que serán tanto físicos como virtuales a pesar de las reticencias de los grandes.
El de San Sebastián abrirá fuego en septiembre como estaba previsto y podría beneficiarse de la suspensión de Cannes. ¿Se acabarán convirtiendo los festivales en marcas?
No ha habido Festival de Cannes, un suceso que para el mundo del cine ha sido lo más parecido al apocalipsis que tantas veces ha reflejado en sus películas, pero sí habrá Festival de Venecia el próximo 2 de septiembre. Será el momento de ver a las estrellas con mascarilla paseando en góndola, aunque serán menos como ya ha anunciado el propio certamen. La gran cita del cine español, el Festival de Málaga, que se aplazó tan solo unos días antes de su apertura prevista para el pasado mes de marzo, abrirá por fin sus puertas el 21 de agosto.
Evento bullicioso y tumultuoso por excelencia gracias al entusiasmo de los malagueños, que se implican a fondo convirtiendo la ciudad en una gran fiesta del cine, su director Juan Antonio Vigar asegura que será tan “vital y cercano” como siempre y contará con un 70% de los títulos que hubiera tenido en marzo. Eso sí, los cines tendrán limitado su aforo; la alfombra roja, si la hay, casi con seguridad será exclusivamente para fotógrafos, y cancelará toda la “dimensión social”. En la “nueva normalidad” los festivales “físicos” del futuro tendrán menos estrellas, evitarán los tumultos de fans que siempre son una de las estampas más emblemáticas y, por supuesto, todo el mundo irá con mascarillas y deberá respetar la distancia social de 1,5 metros impuesta por el propio Gobierno.
Mientras los festivales físicos luchan por su supervivencia para ser “coronavirus free” y no perder su esencia, la otra cara de la moneda es el despegue de los festivales online. El gran éxito cinéfilo de la cuarentena ha sido el Cinema D’Autor de Barcelona en Filmin, conocido como D’A, que decidió aprisa y corriendo reinventarse como certamen online cuando el confinamiento obligó a su cancelación en la capital catalana. Se celebró del pasado 30 de abril al 10 de mayo, exactamente las mismas fechas en que tenía previsto hacerlo, y los 240.000 visionados de su selección de películas certifican un éxito que ha superado las previsiones de sus organizadores.
“Tuvimos que decidir en una semana si seguíamos en línea o suspendíamos, con lo cual nos cargábamos ocho meses de trabajo”, dice Carlos Ríos, director del D’A. “En seguida supimos que Filmin es nuestro socio natural. La gran duda era cómo podíamos funcionar en el resto de España donde no somos tan conocidos y el resultado ha sido excepcional. No hemos sacado pecho porque la situación del confinamiento es irrepetible pero incluso hemos logrado equilibrar el presupuesto. El ADN del festival sigue siendo presencial pero esta experiencia nos ha abierto nuevos caminos. Hay gente que quiere crear una polémica donde no la hay, lo que hemos visto que es buena idea que ciertas películas también puedan verse online para que lleguen a otros lugares que no sean Barcelona. Me refiero sobre todo a pueblos o ciudades pequeñas donde no es fácil ver cine independiente en salas”.
El mundo festivalero en España ha tomado nota del éxito del D’A pero de momento no parece que los cambios vayan a ser inminentes y sistémicos. Tanto Juan Antonio Vigar, de Málaga, como José Luis Rebordinos, director del Festival de San Sebastián, aseguran que es imposible que se pasen a las plataformas, ni siquiera en el caso de que se produzca un temido rebrote de coronavirus y tengan que suspender sus próximas ediciones físicas. Sobre la mesa, una cuestión esencial: ¿qué es un festival de cine? ¿Un sitio en el que proyectan películas durante unos días? ¿Una feria de muestras con películas en la que la industria puede reunirse y negociar? ¿Un manifiesto cultural por cuanto “defiende” o “representa” valores artísticos e incluso políticos? ¿Un evento publicitario para la promoción de los estrenos? ¿O incluso, una marca?
Ante la suspensión de Cannes, la cita vasca podría vivir el próximo septiembre la paradoja de albergar la mejor programación de su historia: “Las reglas de los festivales de clase A como el nuestro en ningún momento impiden que proyectemos en sección oficial películas que han tenido el “sello de Cannes” si no se ha celebrado el festival, nuestra única limitación es que las películas solo se hayan estrenado en sus países de origen. En el caso de Toronto, con algunas películas nos dividimos el estreno norteamericano para ellos y el europeo para nosotros. Es muy probable que este año tengamos grandes títulos que si no hubiera sido por la suspensión de Cannes no tendríamos pero eso no quita que esta situación sea mala para todos”, puntualiza Rebordinos.