Unas cinco mil personas se dieron cita este sábado en París para bailar al ritmo de un grupo francés que saltó a la fama en los años 1980 para un estudio científico muy esperado en un sector especialmente castigado por la pandemia.
Los asistentes a este concierto de Indochina no estuvieron obligados a guardar las distancias pero sí a llevar cubrebocas.
Durante su actuación, uno de los miembros del grupo, Nicola Sirkis, pidió al público que «hiciera ruido» por los trabajadores sanitarios, los investigadores y, también, para rendir homenaje «a todos los muertos del Covid».
El experimento, que ya se ha realizado en otros lugares de Europa, fue retrasado en varias ocasiones en Francia y se celebró en un momento en que la situación sanitaria mejora y la vacunación está a punto de ser propuesta a todos los adultos.
En este momento en Francia, este tipo de eventos se autorizan pero siempre que haya una persona cada cuatro metros cuadrados, lo cual obliga a que muchos sean anulados porque financieramente es insostenible.
Con el concierto de este sábado, se pretendía demostrar que si los espectadores se someten a un test de diagnóstico y dan negativo, no tienen riesgo de contaminarse.
El público tenía entre 18 y 50 años y no debía tener ninguna patología que les ponga en riesgo de muerte en caso de resultar infectados, como diabetes u obesidad grave.
«Hace meses que no hemos tenido conciertos. Volver a ver a la multitud sienta bien, te devuelve el gusto por la vida», declaró Loïs, una técnica de laboratorio de 30 años, que consiguió un lugar cerca del escenario.
Las experiencias precedentes, en España y en el Reino Unido, no mostraron riesgos elevados de infección.
Pero los resultados alentadores del primer concierto-test europeo, realizado en Barcelona en diciembre, son difícilmente extrapolables debido a las «estrictas» condiciones de prevención que se impusieron, advirtió un estudio publicado el viernes.