Para la mayoría de los veracruzanos, la pandemia como la del COVID-19 es cosa seria, vamos pues, cosa de vida o muerte.
Para otros, como el alcalde porteño Fernando Yunes Márquez, esa no existe porque ni le preocupa ni lo ocupa, vaya, ni la padece. Él disfruta de la otra, de la PANdemia.
En los últimos días el chiquitito Presidente jarocho desapareció de la esfera pública. No obligado por la cuarentena o por estar dentro de los grupos más vulnerables al contagio del COVID-19.
No. Por estos días junto a su familia disfruta de las aguas de El Estero, las que cruzan por donde tienen residencias su papi y su carnal. Con sus dos pequeños nenes se brocea y tira algunas selfies.
Justo en estos días se le miró en una imagen al lado de sus hijos, luciendo cada uno esos costosos bañadores marca Vilebrequin, esas que solamente se ven en las exclusivas playas del Pacífico y Caribe mexicano, o bien allá entre los juniors de Miami, donde los Yunes también tienen residencia.
Cada bañador (una bermuda, pues, para la banda jarocha) como las que lucen, modelo ultraligero y plegable con estampado Palm Beach edición limitada, tiene un costo que rebasa los 11 mil pesos. No es rollo, mire usted en www.vilebrequin.com, la tienda en línea de la marca (por si algún veracruzano se anima) y entonces multiplíquelo por tres.
Lo que son las cosas, mientras el chiquitito alcalde aceleró a los comerciantes de la pequeña y mediana empresa del puerto a anticipar el cierre de sus negocios desde hace cuando menos ocho semanas, lo que los condujo a la pérdida de ingresos y algunos hasta les provocó la quiebra, él disfruta entre lagunas, selfies y las Vilebrequin.
Los jarochos que se esperen, total –dirá Yunesito— ya están bien contagiados.
Por eso digo, hay de pandemias a PANdemias.