Ciudad de México. El 8 de noviembre de 1519 Cortés y sus hombres entran a la gran ciudad. México-Tenochtitlan inicia una nueva etapa en su vida, la última como centro de un imperio indígena: la etapa de la Conquista.
Al acercarse los españoles quedaron maravillados ante el espectáculo nunca antes visto en Europa, del mismo modo como los indígenas se maravillaron cuando vieron a esos hombres enfundados en hierro que salían de montañas que surcaban el mar, con armas nunca antes vistas (espadas, ballestas, arcabuces y cañones), montados en caballos y acompañados de feroces mastines.
Bernal Díaz del Castillo nos deja un testimonio inolvidable de la impresión española del espectáculo “[…] y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblaciones, y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba a México, nos quedamos admirados, y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cúes (pirámides) y edificios que tenían dentro en el agua, y todos de calicanto”.
¿Pero qué entendemos por conquista cuando hablamos del imperio mexica y la hueste española? 1. La conquista es un acto militar o político violento, por medio del cual se obtiene el dominio y control político sobre uno o varios pueblos que eran soberanos.
Es el periodo fundacional de nuevas relaciones económicas propias de una colonia del capitalismo temprano, totalmente diferente a las que existían en la época prehispánica. En ellas los españoles son los favorecidos y los indígenas, los explotados. La creación de condiciones para los procesos de evangelización y adoctrinamiento en el modo de vida cristiano español. La Conquista es por lo tanto, un proceso histórico accidentado que tiene raíces en el posclásico mesoamericano y la Reconquista española y desemboca en la fundación de una nueva sociedad: la colonial.
El régimen colonial es la razón de la conquista. La Conquista no puede ser entendida fuera de su relación orgánica con la Colonia, porque el dominio político no agota las tres metas de los conquistadores: señorear, enriquecerse y con un etnocentrismo descarnado imponer su religión y formas de vida a todos los indígenas, oponentes o aliados. Sólo los españoles son conquistadores, los aliados indígenas participan en la guerra con otros intereses.
Durante los primeros días de su estancia en México-Tenochtitlan, Cortés y sus capitanes se dedican a conocerla; no sólo se asombraron de todas sus excelencias, sino que también se dieron cuenta de lo frágil de su situación. La ciudad, con sus 300 mil habitantes, rodeada de agua por todos sus lados, con pocas calzadas hacia tierra firme, interrumpidas por medio de puentes levadizos y una población guerrera diestra y altamente calificada, podía transformarse en una trampa mortal.
Había pocas opciones y Cortés se decidió por un acto extremadamente audaz, pero de alto riesgo: seis días después de su llegada secuestra a Moctezuma, llevándolo preso al palacio de Axayácatl, en donde se hospedaban los conquistadores. Esta medida bastante común en la historia, apresar a un rey y mantenerlo vivo, paralizando la estructura jerárquica del enemigo para imponer su propio poder de manera indirecta, equivalía a la formación de un protectorado, como lo había hecho frecuentemente Alejandro Magno en sus conquistas y Colón en el Caribe.
Luego se apoderó de los reyes de Texcoco y Tlacopan y algunos nobles levantiscos a quienes mandó encadenar. Moctezuma, bajo estrecha vigilancia española, siguió gobernando en materia de asuntos cotidianos, recibiendo vasallos y haciendo reuniones. Lo único que Cortés le imponía eran las cosas de interés para los españoles. Esto aumentó la división entre sus nobles y el desconcierto en el pueblo. El prestigio y el miedo que inspiraba Moctezuma entre los pueblos del Anáhuac se fue desvaneciendo, mientras que la estrella de Cortés despegaba.