Con toda razón, la condena al atentado contra Omar García Harfuch fue unánime. Omar es, por su prestigio y honradez, un caso excepcional entre los mandos de seguridad del país.
Sin embargo, el problema no se queda en un ataque contra un funcionario valiente y honesto, ni en la deplorable pérdida de tres vidas (dos escoltas del Secretario y una mujer que simplemente estuvo a la hora equivocada en el lugar equivocado).
El Presidente y la Jefa de Gobierno no se pueden decir con alivio, ‘Ladran Sancho, señal que cabalgamos’, y pasar a otra cosa. Todo lo contrario. Este atentado debería ser motivo de máxima alerta en Palacio Nacional.
Es imposible, con la información disponible hasta ahora, entender por qué el CJNG decidió atentar contra la vida del Secretario de Seguridad capitalino.
Es poco probable que se trate de una reacción desmesurada ante la detención en abril pasado de ‘La Cecy’, lideresa de una célula vinculada al CJNG que se dedicaba a la distribución de droga en algunas zonas del Valle de México. Tampoco creo que se trate de ningún otro tema meramente local.
Con este atentado la organización de ‘El Mencho’ logró algo sumamente difícil. La violencia criminal quebró uno de los pocos límites que hasta ahora se habían respetado. En la última década el crimen organizado ha hecho de todo.
Ha masacrado estudiantes, ha arrasado con comunidades rurales, ha derribado helicópteros militares y también ha asesinado cientos de autoridades de todos los niveles.
Sin embargo, hasta donde recuerdo, en la capital del país nunca se había perpetrado un atentado de la magnitud de lo que vimos este viernes en pleno cruce de Reforma y Prado Norte.
Por el calibre del armamento que se usó, por la ubicación del ataque y por el perfil del blanco, lo ocurrido queda como una amenaza para las autoridades de más alto nivel del país (e incluso también para los funcionarios de agencias norteamericanas): nadie está a salvo, en ningún lado.
Después del atentado rápidamente hubo 12 detenidos. Sospecho que no aportarán nada de mayor utilidad a la investigación. Quienes planearon el atentado sabían bien que sería imposible que los agresores escaparan después de iniciar una balacera en el corazón de las Lomas de Chapultepec. Muy probablemente el CJNG decidió no mandar a elementos de su ‘Grupo Élite’, sino a sicarios sin mayor preparación ni información.
De acuerdo con los primeros reportes, a las personas que participaron en el ataque las contrataron hace apenas un par de semanas. Lo anterior también explicaría algunos de los errores que se advierten en el atentado (por ejemplo, que el fusil Barret no tuviera base, o que los agresores se acercaran demasiado a la camioneta de García Harfuch).
Al final, no lograron asesinar al Secretario, pero de igual forma causaron un enorme daño mediático al gobierno de México. El mensaje se escuchó fuerte y claro.
El CJNG está enojado. A pesar del discurso de los abrazos saben que están en la mira. Hay una enorme presión del gobierno norteamericano para desarticular a dicha organización.
El bloqueo masivo de cuentas, que la Unidad de Inteligencia Financiera anunció a principios de mes, es sólo uno de los golpes que el CJNG ha recibido recientemente.
La reacción de los criminales ante lo que perciben como un asedio de las autoridades podría ir más allá del atentado contra García Harfuch. Probablemente incluya también el asesinato del Juez Uriel Villegas. Incluso se dice que el CJNG tiene una lista de 21 altos funcionarios.
El Mencho, o al menos alguien dentro de su organización, ya le declaró la guerra al Estado (así, en general, sin distinción entre órdenes de gobierno). Todo parece indicar que será una guerra en la que no se respetará ningún límite geográfico ni ninguna investidura. El gobierno tiene dos opciones: o dobla las manos o golpea todavía más fuerte. Vienen tiempos difíciles.