Las mujeres en promedio piensan más de 17 veces al año en renunciar a su empleo, esto debido a las barreras y los desafíos diarios a los que se enfrentan.
De acuerdo a la Investigadora Titular Facultad de Educación y Ciencias Sociales Universidad Andrés Bello, Carla Fardella, el espacio productivo es Antropocéntrico, es decir, está hecho en la medida del hombre.
Desde los escritorios hasta los horarios están considerados para los hombres, poniendo en desventaja a las mujeres.
“Esto pasa porque los espacios productivos se han diseñado en ausencia de mujeres, y además, se ha ignorado la relevancia económica de las esferas privadas, lo que quiere decir que las tareas asociadas al cuidado no son remuneradas”.
Además las empresas no contemplan la crianza de los niños, lo que impide que las mujeres puedan llegar muchas veces a tiempo a sus compromisos laborales.
“Las economistas feministas explican que el ciclo productivo está inevitablemente atado a actividades privadas que no tienen remuneración, es decir, para que una persona llegue a su oficina a trabajar, para que tenga ropa limpia, para que haya comido, etc, alguien se preocupó de que eso ocurriera, pero esas horas de trabajo no son remuneradas”.
Consideró que esta situación provoca que se refuercen roles y características que limitan el desarrollo de niñas y mujeres, y esto se da diariamente en los espacios de trabajo.