“¿Cómo describir lo que miras, si aún no crees que eso que ves es real?” Interrogantes como esta recorren las páginas y deambulan por los sitios arqueológicos, los campamentos, los paisajes, las iglesias y los recintos históricos que se visitan en el libro Sombras y susurros. Vivencias extrañas y tenebrosas en la arqueología (Punto rojo).
El libro coordinado y coeditado por los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Luis Alberto Martos López y Luis Alberto López Wario, recopila una treintena de historias de la autoría de 32 investigadores mexicanos y extranjeros, en la que se plasman anécdotas del trabajo arqueológico, las cuales van desde lo simplemente ‘extraño’, hasta lo netamente ‘inexplicable’.
Las comunidades cercanas a los sitios arqueológicos, o bien, el personal que labora ellos, abundan los investigadores, hablan a menudo de espíritus, guardianes, malos vientos, aluxes y otras entidades, cuya presencia sobrepasa las explicaciones racionales.
Una peculiaridad de las vivencias reunidas es que suelen incluir fenómenos comunes en tales narrativas, siendo un ejemplo las historias en las que un grupo de personas –llámense arqueólogos, estudiantes o trabajadores– tienen sueños sincrónicos durante sus estancias en campo, o bien, solucionan sus inconvenientes con la realización de un pedimento o la colocación de una ofrenda.
Estas eran historias que nos habían pasado en las sombras y de las que solo escuchábamos susurros, ya que muchos de nosotros no las contábamos abiertamente”, refiere Luis Alberto López al destacar el aspecto catártico que tuvo, para algunos de los autores, consignar por escrito sus anécdotas.
Ambos investigadores coinciden en que el libro es una oportunidad de reconocer la capacidad literaria de los arqueólogos cuyas historias son reunidas –Adriana Velázquez Morlet, Francisco Mendiola Galván, Joel Santos Ramírez, Raúl Arana Álvarez, Rosalba Nieto Calleja, Christian Vitry di Bello y María José Con Uribe, entre otros reconocidos investigadores–, lo que constituye una novedosa forma de acercarse al público fuera del ambiente académico.
“Todos los autores compilados llegan a una misma moraleja: el respeto, ya que más allá de ser sitios patrimoniales, los lugares que abordamos fueron hogar de gente que vivió y murió, que amó, trabajó, soñó, planeó y lloró. Y ya sea como arqueólogos o como visitantes de zonas arqueológicas, de cenotes o de conventos, debemos respetar todas esas memorias”, finaliza Luis Alberto Martos.