Pascal Beltrán del Río
Bitácora del director
El 16 de marzo de 1942 tomó posesión de la gubernatura del Estado de México el abogado, diplomático e historiador Isidro Fabela. Su ascenso al poder local significó la derrota del Gomismo, el clan político formado por los hermanos Filiberto y Abundio Gómez –originarios de Tetipac, Guerrero– quienes habían dominado la política local gracias a su alianza con el general Álvaro Obregón.
La dinastía que surgió entonces fue bautizada como Grupo Atlacomulco, por el lugar de nacimiento de Fabela, quien heredó el gobierno mexiquense a su coterráneo Alfredo del Mazo Vélez, lo mismo que hizo éste con el también atlacomulquense Salvador Sánchez Colín.
Dicho grupo se convirtió en el más influyente y poderoso dentro del PRI, el partido hegemónico del México posrevolucionario, pues no sólo dominó la política mexiquense durante 80 años, sino que logró que dos de los suyos llegaran a la Presidencia de la República (Adolfo López Mateos, impulsado por el propio Fabela, y Enrique Peña Nieto).
Muchos creyeron que el Grupo Atlacomulco llegó a su fin en 2023, con la victoria, en la elección para la gubernatura, de la morenista Delfina Gómez (quien curiosamente comparte apellido con los hermanos Delfino y Abundio). Sin embargo, varios hechos permiten al menos especular que el grupo no murió, sino que mudó de residencia… a Morena.
El primero de ellos es la buena relación que se estableció entre Alfredo del Mazo Maza, último gobernador priista del Estado de México, y el presidente Andrés Manuel López Obrador y la candidata que éste eligió para sucederlo, Claudia Sheinbaum. Pasada la elección en la que triunfó Delfina Gómez, López Obrador tomó la desusada decisión de asistir al último informe del gobernador saliente y tuvo con éste la deferencia de permitirle que se despidiera del cargo participando en la “inauguración” del tren México-Toluca.
Si eso ya daba cuenta de la absorción del Grupo Atlacomulco por parte de Morena, lo que sucedió ayer lo dejó absolutamente claro. Alejandra del Moral, quien fue elegida por Del Mazo como candidata a la gubernatura del estado, anunció su renuncia al PRI y, horas después, informó su adhesión a la campaña de Claudia Sheinbaum.
Se sabía que no era fácil la relación de Del Mazo y Del Moral con el dirigente nacional priista Alejandro Moreno. Ella no era la candidata que apoyaba Alito para abanderar a la coalición PRI-PAN-PRD en el Edomex. Y, desde luego, Del Moral no ha sido la primera política conspicua en renunciar a su partido por conflicto con su dirigencia.
A pesar de todo ello, lo que hizo ayer la también exalcaldesa de Cuautitlán Izcalli y exsecretaria estatal de Desarrollo Económico fue otra cosa: abjurar de sus principios y adherirse a una corriente política a la que hasta hace poco llamaba “destructiva”.
Lo que hizo Del Moral fue una maroma equivalente en grado de dificultad a un clavado de cuatro y media vueltas al frente en posición B, el más complicado de realizar en las competencias olímpicas.
Apenas el 21 de febrero, había tuiteado una imagen con la aspirante presidencial opositora Xóchitl Gálvez, a la que adjuntó el siguiente mensaje: “Se les dijo y se les avisó: Valiente, congruente y firme con la alianza Fuerza y Corazón por México”.
Sólo pasaron 95 días para que apareciera otra imagen diametralmente distinta: Alejandra del Moral, abrazada con Claudia Sheinbaum, en la que ésta le agradece “su decisión de sumarse a nuestro proyecto en favor del pueblo de México”.
¿Qué habrá pasado por la cabeza de Del Moral para que renunciara a su eslogan de campaña –“valiente”– y se sumara de la forma más oportunista a la opción que algunos quieren ver como la ganadora de la elección del próximo domingo? ¿Se acabó la valentía y, de repente, le pareció atractiva la “destrucción” representada por Morena, algo que dijo en repetidas ocasiones durante su campaña del año pasado?
Ese tipo de actos es de los que hacen que la política sea percibida como cínica y que muchos ciudadanos prefieran huir de ella, como de la peste.