Ángeles González Ceballos
Xalapa, Ver
«Nosotros tenemos una gastronomía rica, no sólo en aromas y sabores, tenemos una cocina rica en espiritualidad que no solamente alimenta el cuerpo sino, también sana el espíritu y el alma», expresó Martha Soledad Gómez Atzin, al recibir el Premio Estatal a la Mujer Veracruzana, que otorga el Congreso del Estado.
«Soñé ser cocinera y estar con un grupo grande de cocineras, fue mi sueño de niña solitaria en una finca, donde la abuela Chole me crió, la mujer ahumada.
La ví, fui creciendo, fui amándola, también crecí con las otras mujeres, con Adela, con Minerva, con Josefina, Perla, Isabel y faltan muchas, empezamos un sueño de locos, nos decían que cómo cocinando íbamos a lograr algo y fui y las saqué de sus casas», narró.
El objetivo siempre fue que la cocina, su cocina fuera reconocida para que aquellas que se sientesen tristes de ser cocineras, se logren empoderar «y se logró».
«Porque esta medalla no es para Martha, es para todo el equipo y el colectivo Mujeres de Humo, para nuestras ancestras que nos legaron ese tesoro tan grande y también es para las nuevas generaciones», subrayó.
Sencilla como se definió, sin preparar un discurso, resaltó que el colectivo Mujeres de Humo ha representado a Veracruz en muchos lugares, pero recibir este Premio es un logro, pero al mismo tiempo, un compromiso para seguir empoderando a la mujer veracruzana, no sólo a las cocineras, o las artesanas, sino a todas las que están en pie de lucha.
En el recinto legislativo de Veracruz, ante los representantes de los tres poderes, refirió que alguien las describió como un colectivo que ha emprendido una «revolución» y sí, pero es una revolución para bien, para dar a conocer la cultura Totonaca, su gastronomía y su espiritualidad.
Así fue que agradeció a los abuelos del Cantillán por acompañarlas, pero especialmente y con lágrimas en los ojos, a su abuela Soledad Atzin Cruz, por permitirle estar en su cocina de humo, crecer y ahora ser esa mujer de humo que ama su cultura y que ama a su estado.
Ataviada de un sencillo hipil blanco y grandes flores llamativas en la cabeza, mencionó que para la ocasión hasta se compró zapatos nuevos, pero no supo dónde los dejó.
Hoy al estar en el recinto más importante que ha pisado, aseveró que el hecho de amar a su cultura y a su pueblo la ha llevado a muchos lugares y espacios, siempre pensando que su cultura Totonaca debe conocerse en todo el mundo.
Agradeció el apoyo de todas las autoridades y al Centro de Artes Indígenas, espacio en el que pueden seguir enseñando esa cocina transicional de Veracruz y especialmente del Totonacapan.