El Barcelona acudirá el domingo a Madrid a gastar su última bala en La Liga, obligado a ganar (y esperar) en el tercer Clásico de la temporada y después de haber sido derrotado por el Real Madrid en los dos anteriores, con Bellingham como figura en la primera vuelta y Vinicius en el más reciente.
Si en Montjuïc fue Jude Bellingham el elemento diferenciador entre Real Madrid y Barcelona (anotando los dos goles con los que el cuadro merengue remontó el inicial 1-0 de Ilkay Gündogan), en la final de la Supercopa de España disputada en Arabia Saudita Vinícius Júnior se convirtió en la auténtica pesadilla para el conjunto azulgrana.
Si al delantero brasileño se le atragantó en el pasado el marcaje de Ronald Araújo, en los últimos tiempos ha sido capaz no sólo de darle la vuelta a la situación, sino, más aún, catapultarse como un terrible dolor de cabeza para la defensa del Barcelona.
La pasada temporada abrió la goleada (0-4) con que el Real Madrid remontó en la Semifinal de la Copa del Rey en el Camp Nou, y este curso, en Riad, el 14 de enero, destrozó de manera cruel a un rival al que castigó con un hat-trick que iluminó el 4-1 con que finalizó el partido.
Ancelotti ha sabido recolocar a Vinícius en el Clásico. Apartado de la línea de cal, jugando más por dentro, buscando las diagonales y aprovechando su rapidez, el eléctrico delantero madridista ha podido alejarse de la marca de un Araújo que llegó a anularle en el pasado para romper los esquemas defensivos de un Barça que se demostró incapaz de frenarle en Arabia Saudita.
Falta por ver cómo responderá físicamente el brasileño el domingo en el Bernabéu después del esfuerzo descomunal en Manchester, donde Ancelotti solo le dio descanso ya bien entrada la prórroga, pero con el ánimo por las nubes, en contrapartida a la depresión que sufre el Barcelona, y esperando el Madrid el Clásico en un ambiente festivo y optimista como no imaginó, la figura de Vinicius emerge como la mayor de las amenazas para el todavía campeón liguero.