El palacio de los Deportes presenció el 14 y 15 de octubre la puesta en escena de la actual gira de Roger Waters, This Is Not A Drill, después de una espera de dos años que ocasionó la pandemia. El cofundador de Pink Floyd, como ya es costumbre, ofreció un show lleno de nostalgia, pantallas enormes, animales voladores, músicos talentosos y, sobre todo, protestas ante un oscuro panorama mundial.
El concierto es nostálgico e interesante porque el hilo conductor es su propia historia con Pink Floyd. A través de las pantallas, Waters recuerda, por ejemplo, al entrañable Syd Barret (Sería bueno traducir al español lo que se lee en las pantallas, pues se podía a ver a algún asistente confundido por las reacciones del público a los mensajes escritos). El escenario se encuentra en el centro del recinto y es 360º, lo cual hace la experiencia aún más inmersiva, interesante y fuera de lo común, sin embargo esto significa que todo el tiempo Roger le da la espalda a 3/4 del público. No es solo una pantalla mostrando visuales, es todo un concepto audiovisual y espacial.
Sus músicos son de otro mundo, entre ellos destacan Dave Kilminster, guitarrista quien tiene la difícil tarea de interpretar los solos de las grandes canciones de Pink Floyd, esto lo hace a la perfección, y el saxofonista Seamus Blake, cuyos solos erizan la piel.
En las pantallas también hace un emocional recuento de personas que han sido asesinadas en México y el mundo, como Giovanni López Ramírez, a quien se le quitó la vida en Guadalajara. ¿Su crimen? No usar cubrebocas, o Victoria Salazar Arriaza, asesinada en Tulum, entre muchos otros. Además, acusa a Donald Trump y Joe Biden por ser criminales de guerra y exige la liberación de Julian Assange, entre muchas otras protestas.
Por más que a algunas personas les parezca demasiado el tema político en la puesta en escena de Waters, siempre va a tener más peso la oportunidad de poder escuchar de uno de sus autores algunas de las canciones más importantes en la historia del rock, y corearla al unísono con un estadio lleno de personas (A pesar de que, como ya es muy conocido entre mexicanos, en el Palacio de los Deportes el audio deja mucho que desear).
El británico comienza el set con ‘Comfortably Numb’ mientras las pantallas se elevan, en uno de los momentos más emocionantes del concierto. Después sigue con ‘Another Brick in The Wall’, y ‘The Powers That Be’, entre otras canciones de su proyecto solista. La primera parte del set acaba con ‘Have a Cigar’, ‘Wish You Were Here’ (dedicada a Barret), ‘Shine On You Crazy Diamond’ y ‘Sheep’, con esta última una oveja gigante vuela por el recinto y da vueltas al escenario.
Durante el intermedio, llega otro animal volador: un puerco gigante que dice «Fuck the Poor» (Que se chinguen los pobres). En la segunda parte del show toca otros clásicos como ‘Money’, ‘Us and Them’, ‘Brain Damage’, Eclipse’ y ‘Outside the Wall’ (puedes ver el setlist completo al final de esta nota). Antes de tocar ‘The Bar’, la penúltima canción, Waters explica que el concepto detrás de la canción es que el bar es un lugar donde todos pueden expresar sus opiniones y pensamientos sin represalias. «Joe Biden y Vladimir Putin deberían irse a un bar y sentarse a dialogar», expresó Roger.
Para terminar, agradeció el mezcal que tuvo presente junto a él en el escenario y brindó con sus músicos en el que podría ser su último concierto en la capital mexicana.
Obviamente es difícil poner en palabras todo lo que se vive en un concierto de Roger Waters, cada momento es único y emocionante, pero nunca decepcionante.