Luego de recordar cómo fue la llegada de Cuba del entonces obispo de México, Rafael Guízar y Valencia, un hombre de gran calidad y que ayudó tras el terremoto de 1920, el vocero de la Arquidiócesis de Xalapa, José Manuel Suazo Reyes, lamentó que a 100 años, Veracruz siga sumido en una gran deuda social y que las transformaciones que prometieron no se ven.
«A 100 años de la llegada de San Rafael Guízar Valencia, el estado de Veracruz sufre también las consecuencias de una deuda social terrible. Y es que no sólo se sigue endeudando económicamente al Estado, sino los grandes problemas que sufre la gente no encuentran una ruta de salida. La población está siendo golpeada continuamente por la violencia, los secuestros, las extorsiones, la pobreza, la falta de servicios de calidad en materia de salud y de educación», señaló.
Lamentó que a pesar de que vivimos en un estado rico en recursos naturales, cultura, gastronomía, tengamos muy malos servicios; además, la infraestructura carretera es una «ruta de dolor interminable»; no se perciben inversiones o grandes proyectos.
«Sólo se anuncian transformaciones, pero no se ve en concreto cómo se llegará a ellas. Los vicios que se criticaban del pasado, aun no se han erradicado», criticó.
En ese sentido, dijo que la Iglesia espera que las cosas cambien y pronto mejoren las condiciones para todos, para que nuestro estado sea un lugar de oportunidades.
Recordó que el pasado 4 de enero de 2020, se cumplieron 100 años del arribo al puerto de Veracruz de San Rafael Guízar Valencia, procedente de la Habana, Cuba, en el buque la Esperanza.
En el trayecto que haría de Cuba a Veracruz, coincidió que San Rafael Guízar Valencia se transportara en el buque “la esperanza” al puerto de Veracruz” y mientras el nuevo obispo se dirigía a Veracruz, fue informado del terremoto con epicentro en Quimixtlan, Puebla, pero afectó la zona centro del Estado.
Rafael Guízar Valencia de inmediato, se puso en contacto con su Vicario General, Monseñor Justino de la Mora para decirle: “Señor Vicario, me he enterado que han reunido una pequeña colecta para mi bienvenida y de la misma manera que mi diócesis ha sido afectada por un fuerte temblor, quiero que por favor, no se toque ni un solo centavo de ese dinero, lo vamos a ocupar para ayudar a los afectados…”.
Una vez llegado a Xalapa, San Rafael Guízar no se puso a lamentar la situación, sino que encabezó un ejército de caridad para hacer frente a la desgracia.
De esa manera, comenzó a distinguirse como el obispo de los pobres y el gigante de la caridad, llevando a todos los lugares afectados por el sismo, el consuelo espiritual y material, asegurándoles que en la oración, también encontrarían el consuelo esperado.